jueves, 7 de julio de 2016

Fuego Extraño Levítico 10:1-11

EL PECADO DE NADAB Y ABIU
Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, pusieron en ellos fuego, le echaron incienso encima, y ofrecieron delante de Jehová un fuego extraño, que él nunca les había mandado. Entonces salió de la presencia de Jehová un fuego que los quemó, y murieron delante de Jehová.
Luego dijo Moisés a Aarón:
«Esto es lo que Jehová afirmó cuando dijo: “En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado.”»    Y Aarón calló.
Después Moisés llamó a Misael y a Elzafán, hijos de Uziel, tío de Aarón, y les dijo:
«Acercaos y sacad a vuestros hermanos de delante del santuario, fuera del campamento.»
Ellos se acercaron y los sacaron en sus túnicas fuera del campamento, como dijo Moisés.
Entonces Moisés dijo a Aarón y a sus hijos Eleazar e Itamar:
«No descubráis vuestras cabezas ni rasguéis vuestros vestidos en señal de duelo, para que no muráis, ni se levante la ira sobre toda la congregación; pero vuestros hermanos, toda la casa de Israel, sí se lamentarán por el fuego que ha encendido Jehová. No os alejéis de la puerta del Tabernáculo de reunión, porque moriréis, pues el aceite de la unción de Jehová está sobre vosotros.»  Y ellos hicieron conforme al dicho de Moisés.
Entonces Jehová habló a Aarón y le dijo: «Ni tú ni tus hijos debéis beber vino ni sidra cuando entréis en el Tabernáculo de reunión, para que no muráis. Estatuto perpetuo será para vuestras generaciones,10 para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, 11 y enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dado por medio de Moisés.»
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Después de Moisés y de Aarón, Nadab y Abiú ocupaban la posición más elevada en Israel. Habían sido especialmente honrados por el Señor, y juntamente con los setenta ancianos se les había permitido contemplar su gloria en el monte.
Pero su transgresión  no debía disculparse ni considerarse con ligereza. Todo aquello hacía su pecado aún más grave. Por el hecho de que los hombres hayan recibido gran luz, y como los príncipes de Israel, hayan ascendido al monte, hayan gozado de la comunión con Dios y hayan morado en la luz de su gloria, no deben lisonjearse de que pueden después pecar impunemente; no deben creer que porque fueron así honrados, Dios no castigará estrictamente su iniquidad.

Este es un engaño fatal. La gran luz y los privilegios otorgados demandan reciprocidad, que debe manifestarse en una virtud y santidad correspondientes a la luz recibida. Dios no aceptará nada menos que esto.
Las grandes bendiciones o privilegios no debieran adormecer a los hombres en la seguridad o la negligencia. Nunca debieran dar licencia para pecar, ni debieran creer los favorecidos que Dios no será estricto con ellos...
En su juventud, Nadab y Abiú no habían sido educados para que desarrollaran hábitos de dominio propio... Los hábitos de complacencia propia, practicados durante mucho tiempo, los dominaban de tal manera que ni la responsabilidad del cargo más sagrado tenía poder para romperlos.

No se les había enseñado a respetar la autoridad de su padre, y por eso no comprendían la necesidad de ser estrictos en su obediencia a los requisitos de Dios.

La equivocada indulgencia de Aarón  respecto a sus hijos, preparó a estos para que fueran objeto del castigo divino. Dios quiso enseñar al pueblo que debía acercarse a él con toda reverencia y veneración y exactamente como él indicaba. 

El Señor no puede aceptar una obediencia parcial. No bastaba que en el solemne tiempo del culto  casi todo se hiciera como él había ordenado...

Nadie se engañe a sí mismo con la creencia  de que una parte de los mandamientos de Dios no es esencial, o que él aceptará un sustituto en reemplazo de lo que él ha ordenado.
                                                                
                                                                     Historia de los Patriarcas y Profetas, 373-375

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